jueves, 20 de diciembre de 2012

Una nueva cultura escolar


Para poder incluir los pilares educativos en la escuela, y educar reestructurando todo el sistema, es necesario plantear, además, otras circunstancias de vital trascendencia, que vamos a tratar de proponeros a continuación:

La cultura que se busca en la escuela es una cultura, no la cultura, en general.
Actualmente no todos los individuos tienen las mismas posibilidades de acceder a la cultura, comprenderla y transformarla.La institución escolar es un espacio de conflicto donde se negocian significados e identidades. El objetivo de la escuela no es hacer que desaparezcan estos conflictos, ya que son signos de pluralidad, sino la correcta resolución de los mismos, dando el valor que corresponde a las minorías sociales, de modo que no se llegue a una cultura hegemónica

Para comprender el proceso de otorgar sentido a la existencia personal es necesario analizar y comprender las experiencias vividas en las interrelaciones con los otros, así como comprender los contextos que han desarrollado tales experiencias. Aceptamos, de entrada, la pluralidad que converge en el aula (o en cualquier situación de nuestra vida) y la normalizamos, en cuanto a que “aceptamos la anormalidad”. Cada realidad personal tiene entre sus resultados la creación de la identidad del individuo, que al ser personal y autónoma, es recipiente de respeto.
También es importante recalcar el hecho de que no estamos influidos por tan solo un medio o circunstancia, éstas son incontables. Y el producto de las relaciones entre estas circunstancias es mayor aun, por lo que encontramos una enmarañada red en la que, al ser tan compleja, no se puede intervenir de manera externa. Es por eso que el docente no debería influir en la identidad, más bien debe crear situaciones propicias lo más objetivas posibles para que ésta se desarrolle con la mayor libertad que la circunstancia permita.

Identidad, de manera metafórica, podría ser el puente que une a las personas con su entorno.

No todos los sistemas sociales (entornos) tienen la misma capacidad de influencia, ni ejercen el mismo condicionamiento, ni albergan los mismos significados, vivencias, hábitos y normas, no los valoran y jerarquizan del mismo modo. Y esto es precisamente lo que genera el conflicto. Este conflicto viene dado no en el sentido negativo, sino como una posibilidad de enriquecimiento en el desarrollo personal. Cuando se tapa el conflicto se favorecen aprendizajes poco significativos e irrelevantes, y se reduce la realidad colectiva al individualismo.

Estos conflictos (entendidos por Marx) necesita tener en cuenta el poder para comprender las relaciones humanas. De este modo, los conflictos de identidades generalmente son entre aquellas más habituales, más generales, que generan presión social sobre las otras más débiles en cuanto a número pero igual o más potentes en cuanto a valor.

Estos desequilibrios hacen que la propia escuela se conviertan en los lugares idóneos para que esas identidades prevalezcan, ya que están apoyadas por el Estado y las clases dirigentes. Esto se lleva al extremo cuando la propia escuela crea nuevas identidades, alineando a sus alumnos y adoctrinándolos, que sean útiles en el futuro. Las identidades legitimadoras se hacen desde los diferentes poderes y agentes y tratan de anular la valía de otras identidades.

La educación tendría un objetivo totalmente distinto. Aunque la propia estructura institucional hace que sea realmente complicado un desarrollo óptimo y de calidad de la identidad, aunque ese debe ser la principal meta de los procesos educativos.

En el actual ámbito educativo se tiene un claro ejemplo de lo que es, con esta argumentación, incorrecto. El currículum escolar lleva implícitas la transmisión de un tipo determinado de ideas, valores y conceptos que de forma general pertenecen a colectivos dominantes, ya sea a causa del género, nacionalidad, capacidad, clase social. Así, excluyendo los valores y significados de las culturas minoritarias, de las clases populares... se silencian en la escuela otros valores culturales. A pesar de esto podría surgir la pregunta, ¿qué se hace entonces? ¿se trabajan todos? En mi opinión no creo que debiera trabajarse ninguna identidad en concreto, sino más bien trabajar los mecanismos de adquisición de identidades, de formación de las mismas, de crecimiento y de desarrollo personal íntegro. Un ejemplo claro podría darse en el juego. La cultura actual favorece el triunfo frente al fracaso en el mismo. En los juegos de estrategia, por ejemplo, al joven que tenga más capacidad de improvisación y de antelación le será más fácil vencer que a otro que, por ejemplo, sea más hábil en razonamientos matemáticos. La normalización de esta diferencia, el aceptar las características de cada uno, el ánimo, el gusto por el juego en sí y no por el resultado, evitaría confrontar las identidades de vencedor y ganador.

Es la sociedad precisamente la creadora de los sesgos y diferencias entre identidades, alentada por los intereses de la “élite”. Esto se hace a través de procesos de legitimación sutiles, instando a las personas a aceptar los significados de la comunidad cultural como la única opción o la más viable y garantizando la integración del individuo. La fuerza de la norma es la apropiación que el colectivo hace de ella, y acaba siendo entendida como algo generado por el grupo, cuando realmente era algo artificial en el principio.




2 comentarios:

  1. Que grande siempre. Un fuerte abrazo amigo...

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