Para poder incluir los pilares educativos en la escuela, y educar reestructurando todo el sistema, es necesario plantear, además, otras circunstancias de vital trascendencia, que vamos a tratar de proponeros a continuación:
La cultura que se busca en la escuela es una cultura, no la cultura, en general.
Actualmente no todos los individuos tienen las mismas posibilidades de acceder a
la cultura, comprenderla y transformarla.La institución escolar es un espacio de conflicto donde se negocian
significados e identidades. El objetivo de la escuela no es hacer que desaparezcan
estos conflictos, ya que son signos de pluralidad, sino la correcta
resolución de los mismos, dando el valor que corresponde a las minorías sociales, de modo que no se llegue a una cultura hegemónica
Para comprender el proceso de
otorgar sentido a la existencia personal es necesario analizar y
comprender las experiencias vividas en las interrelaciones con los
otros, así como comprender los contextos que han desarrollado tales
experiencias. Aceptamos, de entrada, la pluralidad que converge en el
aula (o en cualquier situación de nuestra vida) y la normalizamos,
en cuanto a que “aceptamos la anormalidad”. Cada realidad
personal tiene entre sus resultados la creación de la identidad del
individuo, que al ser personal y autónoma, es recipiente de respeto.
También es importante recalcar el hecho de que no estamos influidos
por tan solo un medio o circunstancia, éstas son incontables. Y el
producto de las relaciones entre estas circunstancias es mayor aun,
por lo que encontramos una enmarañada red en la que, al ser tan
compleja, no se puede intervenir de manera externa. Es por eso que el
docente no debería influir en la identidad, más bien debe crear
situaciones propicias lo más objetivas posibles para que ésta se
desarrolle con la mayor libertad que la circunstancia permita.
Identidad, de manera metafórica, podría ser el puente que une a las
personas con su entorno.
No todos los sistemas sociales
(entornos) tienen la misma capacidad de influencia, ni ejercen el
mismo condicionamiento, ni albergan los mismos significados,
vivencias, hábitos y normas, no los valoran y jerarquizan del mismo
modo. Y esto es precisamente lo que genera el conflicto. Este
conflicto viene dado no en el sentido negativo, sino como una
posibilidad de enriquecimiento en el desarrollo personal. Cuando se
tapa el conflicto se favorecen aprendizajes poco significativos e
irrelevantes, y se reduce la realidad colectiva al individualismo.
Estos conflictos (entendidos por Marx) necesita tener en cuenta el
poder para comprender las relaciones humanas. De este modo, los
conflictos de identidades generalmente son entre aquellas más
habituales, más generales, que generan presión social sobre las
otras más débiles en cuanto a número pero igual o más potentes en
cuanto a valor.
Estos desequilibrios hacen que la
propia escuela se conviertan en los lugares idóneos para que esas
identidades prevalezcan, ya que están apoyadas por el Estado y las
clases dirigentes. Esto se lleva al extremo cuando la propia escuela
crea nuevas identidades, alineando a sus alumnos y adoctrinándolos,
que sean útiles en el futuro. Las identidades legitimadoras se hacen
desde los diferentes poderes y agentes y tratan de anular la valía
de otras identidades.
La educación tendría un objetivo totalmente distinto. Aunque la
propia estructura institucional hace que sea realmente complicado un
desarrollo óptimo y de calidad de la identidad, aunque ese debe ser
la principal meta de los procesos educativos.
En el actual ámbito educativo se
tiene un claro ejemplo de lo que es, con esta argumentación,
incorrecto. El currículum escolar lleva implícitas la transmisión
de un tipo determinado de ideas, valores y conceptos que de forma
general pertenecen a colectivos dominantes, ya sea a causa del
género, nacionalidad, capacidad, clase social. Así, excluyendo los
valores y significados de las culturas minoritarias, de las clases
populares... se silencian en la escuela otros valores culturales. A
pesar de esto podría surgir la pregunta, ¿qué se hace entonces?
¿se trabajan todos? En mi opinión no creo que debiera trabajarse
ninguna identidad en concreto, sino más bien trabajar los mecanismos
de adquisición de identidades, de formación de las mismas, de
crecimiento y de desarrollo personal íntegro. Un ejemplo claro
podría darse en el juego. La cultura actual favorece el triunfo
frente al fracaso en el mismo. En los juegos de estrategia, por
ejemplo, al joven que tenga más capacidad de improvisación y de
antelación le será más fácil vencer que a otro que, por ejemplo,
sea más hábil en razonamientos matemáticos. La normalización de
esta diferencia, el aceptar las características de cada uno, el
ánimo, el gusto por el juego en sí y no por el resultado, evitaría
confrontar las identidades de vencedor y ganador.
Es la sociedad precisamente la creadora de los sesgos y diferencias
entre identidades, alentada por los intereses de la “élite”.
Esto se hace a través de procesos de legitimación sutiles, instando
a las personas a aceptar los significados de la comunidad cultural
como la única opción o la más viable y garantizando la integración
del individuo. La fuerza de la norma es la apropiación que el
colectivo hace de ella, y acaba siendo entendida como algo generado
por el grupo, cuando realmente era algo artificial en el principio.
Que grande siempre. Un fuerte abrazo amigo...
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