Una vez
habiendo explicado y desarrollado algunos de los “aprender a” que
consideramos más importantes, es el momento de contrastar esta
teoría con la realidad, tratando de actualizarla y comprobar en los
diferentes elementos cotidianos su veracidad.
Somos
conscientes de que uno de los mayores errores que tradicionalmente
han tenido ciertas teorías educativas son consecuencia de
imposibilidad e ingenuidad en la propia praxis educativa. Esto es un
enorme problema al que como educadores y ciudadanos debemos
enfrentarnos, ya que la consideración de determinadas teorías
llevadas a la práctica podrían suponer verdaderos cambios en los
modelos escolares más tradicionales.
De modo
que hoy pretenderemos desarrollar precisamente esto: un pequeño
análisis de una noticia de cierta actualidad desde el punto de vista
de estos pilares de la educación: qué puede haber fallado y qué
puede haber ocurrido. Desgraciadamente, contamos con un ejemplo de
extrema gravedad y muy próximo en el tiempo, hace unas 18 horas
veintisiete personas, veinte de las cuales eran niños, murieron a
manos (o a armas) de un muchacho que posteriormente se quitó la
vida. ¿Lugar de la tragedia? El muy conocido y mediatizado “país
de la libertad”, los EEUU de América. Vamos a tratar de ponernos
en la piel del muchacho que ha perpetrado esta masacre; hagamos una
abstracción y preguntémonos qué ha aprendido y lo más importante:
cómo. Lancemos las preguntas y que cada cual responda lo que
considere más acorde a sus ideas.
Aprender
a conocer: ¿qué se puede conocer en un país en el que la violencia
ha estado tan íntimamente ligada a su historia? ¿en una sociedad en
la que los videojuegos, la música, la televisión empujan a actuar
de forma violenta para solucionar los problemas?
Aprender
a hacer: ¿qué se aprende a hacer tras haber conocido lo anterior?
¿qué se aprende a hacer cuando con 14 años es legal disparar un
arma? Siempre y cuando se esté acompañado de un adulto, y en un
recinto habilitado (como si esto solucionara muchas cosas)
Aprender
a vivir juntos: ¿cómo aprender a vivir juntos si las bases de la
sociedad actual (neoliberal) están basadas en la competencia entre
los seres humanos, en la selección del más fuerte? ¿Realmente
tenemos la oportunidad de vivir juntos? ¿Vive y deja vivir? O ¿Vive
y deja morir?
Aprender
a ser: en una sociedad de masas, donde el individuo pierde su propia
identidad para convertirse en uno más ¿qué aprendemos a ser? ¿en
qué nos convertimos?
¿Cómo y
qué construímos a partir de todo esto? ¿Dónde queda el espíritu
crítico?
Estas son
algunas de las miles de preguntas que podemos hacernos acerca de
esto, pero la conclusión será muy similar a las otras: la educación
no puede permanecer ajena a la sociedad, y en una sociedad
neoliberal, con todas sus características, los cuatro pilares de la
educación no tienen cabida. Paradójicamente, hemos visto con son
tremendamente válidos para otro modelo de sociedad, y es
precisamente a ese modelo al que debemos aspirar.
Para
profundizar en este tema, recomendamos encarecidamente el libro de
Ángel Pérez Gómez de “la cultura escolar en la sociedad
neoliberal”, editado por Morata. En él hace un análisis realmente
importante y acertado de la sociedad actual y de la posible
incidencia de unas y otras teorías educativas en el sistema
presente.
Para
finalizar, y a modo de opinión, nos gustaría plasmar una reflexión
acerca de la amoralidad social y mediática actual. Si este horrible
hecho hubiera tenido en un país como Afganistan, Arabia Saudí o
China, sin duda las noticias serían muy distintas: hablaríamos de
represión social, del islam, de radicalismo ideológico y demás
palabras vacías que la massmedia se ha encargado de meter en
nuestras cabezas. En cambio, habiendo ocurrido este hecho en un país
que defiende “la libertad a ultranza” hasta permitir a cualquier
imbécil llevar su arma para “defenderse”, ya no se habla de
ideologías extremas, de radicalismos o de represión social:
hablamos de “bichos raros”, exculpando a una sociedad que permite
y genera este tipo de monstruos.
Esta
soble moral, este doble rasero, como mentes críticas que pretendemos
ser como educadores debería alarmarnos profundamente, y hacernos
reflexionar acerca de la poca importancia que tienen hoy en día los
hechos per sé, y cómo éstos han sido engullidos por el juicio
vacío y la demagogia.
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