sábado, 15 de diciembre de 2012

Aplicación de los pilares I


Una vez habiendo explicado y desarrollado algunos de los “aprender a” que consideramos más importantes, es el momento de contrastar esta teoría con la realidad, tratando de actualizarla y comprobar en los diferentes elementos cotidianos su veracidad.
Somos conscientes de que uno de los mayores errores que tradicionalmente han tenido ciertas teorías educativas son consecuencia de imposibilidad e ingenuidad en la propia praxis educativa. Esto es un enorme problema al que como educadores y ciudadanos debemos enfrentarnos, ya que la consideración de determinadas teorías llevadas a la práctica podrían suponer verdaderos cambios en los modelos escolares más tradicionales.
De modo que hoy pretenderemos desarrollar precisamente esto: un pequeño análisis de una noticia de cierta actualidad desde el punto de vista de estos pilares de la educación: qué puede haber fallado y qué puede haber ocurrido. Desgraciadamente, contamos con un ejemplo de extrema gravedad y muy próximo en el tiempo, hace unas 18 horas veintisiete personas, veinte de las cuales eran niños, murieron a manos (o a armas) de un muchacho que posteriormente se quitó la vida. ¿Lugar de la tragedia? El muy conocido y mediatizado “país de la libertad”, los EEUU de América. Vamos a tratar de ponernos en la piel del muchacho que ha perpetrado esta masacre; hagamos una abstracción y preguntémonos qué ha aprendido y lo más importante: cómo. Lancemos las preguntas y que cada cual responda lo que considere más acorde a sus ideas.

Aprender a conocer: ¿qué se puede conocer en un país en el que la violencia ha estado tan íntimamente ligada a su historia? ¿en una sociedad en la que los videojuegos, la música, la televisión empujan a actuar de forma violenta para solucionar los problemas?

Aprender a hacer: ¿qué se aprende a hacer tras haber conocido lo anterior? ¿qué se aprende a hacer cuando con 14 años es legal disparar un arma? Siempre y cuando se esté acompañado de un adulto, y en un recinto habilitado (como si esto solucionara muchas cosas)

Aprender a vivir juntos: ¿cómo aprender a vivir juntos si las bases de la sociedad actual (neoliberal) están basadas en la competencia entre los seres humanos, en la selección del más fuerte? ¿Realmente tenemos la oportunidad de vivir juntos? ¿Vive y deja vivir? O ¿Vive y deja morir?

Aprender a ser: en una sociedad de masas, donde el individuo pierde su propia identidad para convertirse en uno más ¿qué aprendemos a ser? ¿en qué nos convertimos?

¿Cómo y qué construímos a partir de todo esto? ¿Dónde queda el espíritu crítico?

Estas son algunas de las miles de preguntas que podemos hacernos acerca de esto, pero la conclusión será muy similar a las otras: la educación no puede permanecer ajena a la sociedad, y en una sociedad neoliberal, con todas sus características, los cuatro pilares de la educación no tienen cabida. Paradójicamente, hemos visto con son tremendamente válidos para otro modelo de sociedad, y es precisamente a ese modelo al que debemos aspirar.

Para profundizar en este tema, recomendamos encarecidamente el libro de Ángel Pérez Gómez de “la cultura escolar en la sociedad neoliberal”, editado por Morata. En él hace un análisis realmente importante y acertado de la sociedad actual y de la posible incidencia de unas y otras teorías educativas en el sistema presente.

Para finalizar, y a modo de opinión, nos gustaría plasmar una reflexión acerca de la amoralidad social y mediática actual. Si este horrible hecho hubiera tenido en un país como Afganistan, Arabia Saudí o China, sin duda las noticias serían muy distintas: hablaríamos de represión social, del islam, de radicalismo ideológico y demás palabras vacías que la massmedia se ha encargado de meter en nuestras cabezas. En cambio, habiendo ocurrido este hecho en un país que defiende “la libertad a ultranza” hasta permitir a cualquier imbécil llevar su arma para “defenderse”, ya no se habla de ideologías extremas, de radicalismos o de represión social: hablamos de “bichos raros”, exculpando a una sociedad que permite y genera este tipo de monstruos.
Esta soble moral, este doble rasero, como mentes críticas que pretendemos ser como educadores debería alarmarnos profundamente, y hacernos reflexionar acerca de la poca importancia que tienen hoy en día los hechos per sé, y cómo éstos han sido engullidos por el juicio vacío y la demagogia.

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