jueves, 20 de diciembre de 2012

Una nueva cultura escolar


Para poder incluir los pilares educativos en la escuela, y educar reestructurando todo el sistema, es necesario plantear, además, otras circunstancias de vital trascendencia, que vamos a tratar de proponeros a continuación:

La cultura que se busca en la escuela es una cultura, no la cultura, en general.
Actualmente no todos los individuos tienen las mismas posibilidades de acceder a la cultura, comprenderla y transformarla.La institución escolar es un espacio de conflicto donde se negocian significados e identidades. El objetivo de la escuela no es hacer que desaparezcan estos conflictos, ya que son signos de pluralidad, sino la correcta resolución de los mismos, dando el valor que corresponde a las minorías sociales, de modo que no se llegue a una cultura hegemónica

Para comprender el proceso de otorgar sentido a la existencia personal es necesario analizar y comprender las experiencias vividas en las interrelaciones con los otros, así como comprender los contextos que han desarrollado tales experiencias. Aceptamos, de entrada, la pluralidad que converge en el aula (o en cualquier situación de nuestra vida) y la normalizamos, en cuanto a que “aceptamos la anormalidad”. Cada realidad personal tiene entre sus resultados la creación de la identidad del individuo, que al ser personal y autónoma, es recipiente de respeto.
También es importante recalcar el hecho de que no estamos influidos por tan solo un medio o circunstancia, éstas son incontables. Y el producto de las relaciones entre estas circunstancias es mayor aun, por lo que encontramos una enmarañada red en la que, al ser tan compleja, no se puede intervenir de manera externa. Es por eso que el docente no debería influir en la identidad, más bien debe crear situaciones propicias lo más objetivas posibles para que ésta se desarrolle con la mayor libertad que la circunstancia permita.

Identidad, de manera metafórica, podría ser el puente que une a las personas con su entorno.

No todos los sistemas sociales (entornos) tienen la misma capacidad de influencia, ni ejercen el mismo condicionamiento, ni albergan los mismos significados, vivencias, hábitos y normas, no los valoran y jerarquizan del mismo modo. Y esto es precisamente lo que genera el conflicto. Este conflicto viene dado no en el sentido negativo, sino como una posibilidad de enriquecimiento en el desarrollo personal. Cuando se tapa el conflicto se favorecen aprendizajes poco significativos e irrelevantes, y se reduce la realidad colectiva al individualismo.

Estos conflictos (entendidos por Marx) necesita tener en cuenta el poder para comprender las relaciones humanas. De este modo, los conflictos de identidades generalmente son entre aquellas más habituales, más generales, que generan presión social sobre las otras más débiles en cuanto a número pero igual o más potentes en cuanto a valor.

Estos desequilibrios hacen que la propia escuela se conviertan en los lugares idóneos para que esas identidades prevalezcan, ya que están apoyadas por el Estado y las clases dirigentes. Esto se lleva al extremo cuando la propia escuela crea nuevas identidades, alineando a sus alumnos y adoctrinándolos, que sean útiles en el futuro. Las identidades legitimadoras se hacen desde los diferentes poderes y agentes y tratan de anular la valía de otras identidades.

La educación tendría un objetivo totalmente distinto. Aunque la propia estructura institucional hace que sea realmente complicado un desarrollo óptimo y de calidad de la identidad, aunque ese debe ser la principal meta de los procesos educativos.

En el actual ámbito educativo se tiene un claro ejemplo de lo que es, con esta argumentación, incorrecto. El currículum escolar lleva implícitas la transmisión de un tipo determinado de ideas, valores y conceptos que de forma general pertenecen a colectivos dominantes, ya sea a causa del género, nacionalidad, capacidad, clase social. Así, excluyendo los valores y significados de las culturas minoritarias, de las clases populares... se silencian en la escuela otros valores culturales. A pesar de esto podría surgir la pregunta, ¿qué se hace entonces? ¿se trabajan todos? En mi opinión no creo que debiera trabajarse ninguna identidad en concreto, sino más bien trabajar los mecanismos de adquisición de identidades, de formación de las mismas, de crecimiento y de desarrollo personal íntegro. Un ejemplo claro podría darse en el juego. La cultura actual favorece el triunfo frente al fracaso en el mismo. En los juegos de estrategia, por ejemplo, al joven que tenga más capacidad de improvisación y de antelación le será más fácil vencer que a otro que, por ejemplo, sea más hábil en razonamientos matemáticos. La normalización de esta diferencia, el aceptar las características de cada uno, el ánimo, el gusto por el juego en sí y no por el resultado, evitaría confrontar las identidades de vencedor y ganador.

Es la sociedad precisamente la creadora de los sesgos y diferencias entre identidades, alentada por los intereses de la “élite”. Esto se hace a través de procesos de legitimación sutiles, instando a las personas a aceptar los significados de la comunidad cultural como la única opción o la más viable y garantizando la integración del individuo. La fuerza de la norma es la apropiación que el colectivo hace de ella, y acaba siendo entendida como algo generado por el grupo, cuando realmente era algo artificial en el principio.




Aplicación de los pilares II

En esta entrada vemos interesante explicar qué no son los pilares de la educación. Hasta ahora hemos visto cosas positivas y negativas, pero no hemos planteado un modelo alternativo de educación que contradiga directamente lo que hemos explicado hasta aquí.
Ha llegado el momento, pues, de presentar uno de los cientos que hay. El gran pedagogo malagueño, recientemente fallecido, el profesor Esteve lo llamaba "educación de molde".

Parte de la idea de que la generación adulta tiene el derecho natural a definir las metas, los objetivos y los conceptos básicos que deben ser asimilados por las generaciones jóvenes. A estas nuevas generaciones no se les asigna otro papel que el de dejarse moldear, aceptando el valor de la experiencia acumulada por los adultos y las definiciones del sentido de la vida, de la justicia, de la libertad y del bien que les son transmitidas. La idea central de este modelo parte de la incapacidad de los niños y de los jóvenes para distinguir el bien del mal, debida a su propia inmadurez; de ahí surge la necesidad de que. un adulto solícito y siempre vigilante evite el error conceptual, la desviación moral, la mala conducta social y el mal gusto estético, sirviendo permanentemente de ejemplo sobre las elecciones que deben ser asimiladas por los jóvenes desde la experiencia acumulada por las generaciones anteriores. Este modelo plantea un problema educativo muy difícil de solucionar: la transición desde la tutela del adulto hasta la adopción de decisiones propias, que son las que marcan el desarrollo de la I autonomía moral.
En efecto, si desde pequeño se acostumbra al niño a que el adulto tome las decisiones por él, se corre el riesgo de prolongar la inmadurez juvenil acostumbrándolo a ser perpetuamente dependiente de modelos exteriores para tomar decisiones. Aparece entonces el concepto de «el uso de razón» como un punto mítico a partir del cual se puede dejar al niño que tome determinadas decisiones. Sin embargo, la capacidad de razonar del niño no se desarrolla si, en lugar de enfrentar los dilemas morales, éstos se le dan resueltos. Así, se suele confundir «el uso de razón», que debería implicar la autonomía moral -capacidad de tomar decisiones por sí mismo- , con el verbalismo externo, es decir, con la repetición verbal de las respuestas que les han inculcado los adultos. El adulto se queda contento y satisfecho cuando observa que el niño repite fielmente lo que él le ha inculcado y lo aplica a los problemas cotidianos bajo su mirada vigilante. El problema se plantea cuando por primera vez no hay miradas vigilantes y, de verdad, el niño puede tomar decisiones por sí mismo. Se suele producir entonces un auténtico salto al vacío, ya que el joven tiene claro que las decisiones anteriores no fueron realmente suyas y que ahora es la primera vez en que puede tomar la decisión que quiera sin la vigilancia de sus tutores.
Las limitaciones de este modelo ya fueron señaladas por los autores clásicos en la crítica a los planteamientos educativos de Esparta: una educación autoritaria y muy severa, desarrollada en campamentos militares con una disciplina muy estricta basada en duros castigos. En cuanto el espartano salía de su contexto de disciplina se corrompía fácilmente, porque fuera de su rutina habitual tenía que tomar demasiadas decisiones a las que no estaba acostumbrado, ya que siempre le habían venido dadas. En este modelo, la aparición de desviaciones sobre la conducta prevista lleva al educador a considerar que está fracasando en su labor de alfarero y que debe corregir a tiempo las desviaciones mediante algún tipo de castigo. El castigo, naturalmente, sólo se aplica cuando ya se ha manifestado la conducta que el adulto considera incorrecta, lo cual lleva al educador a intervenir siempre de forma autoritaria y represiva, ya que, para no afrontar el riesgo de que los jóvenes defiendan posturas heterodoxas, en lugar de plantear una reflexión profunda sobre las normas de conducta, el adulto impone unos castigos que no suelen corregir más que las manifestaciones externas de la conducta.
Esta forma de proceder, con frecuencia, no consigue más que reforzar la rebeldía interna frente a la imposición, favoreciendo el rechazo total del conjunto de los valores impuestos de forma externa y personalmente no asumidos, encerrando indiscriminadamente en el mismo saco de la imposición todo lo que los adultos han intentado inculcarles. Es evidente que esta concepción de la educación como molde ofrecía ventajas que no encontramos en los modelos de la educación como enseñanza o en el modelo de la educación como libre desarrollo. Me refiero a los conceptos de «esfuerzo», de «autodominio», de «responsabilidad» y de «disciplina». En efecto, la insistencia en inculcar el concepto adulto del «bien» y del «mal» acababa conduciendo a algún tipo de reflexión moral, aunque fuera por el camino no esperado de rechazar el planteamiento de los valores que se intentaba inculcar y construyendo cada individuo su propia escala de valores.
El sistema de castigos y de sumisión incondicional generaba igualmente altas dosis de rechazo, sobre todo en la adolescencia, conforme el individuo iba siendo capaz de pensar por sí mismo; pero, finalmente, si no acababa en un rechazo absoluto a cualquier norma, solía generar algún tipo de autodisciplina cuando el adolescente reciclaba los planteamientos recibidos, eliminaba los componentes de culpabilidad externa y elaboraba su propio concepto del «autodominio» y de la «responsabilidad». De la misma forma, este modelo educativo, cuando no producía un individuo enfermizamente sumiso a las normas de los adultos, tenía la virtud, por defecto, de generar un saludable rechazo frente a las imposiciones externas, ayudando al individuo a afrontar las tareas difíciles con la persistencia de quien ha aprendido a superar las dificultades, a resistir a la frustración ya abrirse su propio camino frente a los intentos de imposición. En definitiva, como señala Michaux , estos planteamientos autoritarios resultaban menos problemáticos desde el punto de vista educativo que los modelos de inhibición educativa que veremos después, no porque estos modelos educativos fueran buenos, sino porque, al ser la oposición la reacción normal del adolescente en la construcción de su propia personalidad, llegado el momento, criticaba los valores impuestos desde el exterior y, desde la crítica y el rechazo a la imposición externa, construía sus propias normas. El viejo lema de «la letra con sangre entra» bien podría sintetizar los puntos de vista de este modelo educativo, todavía vigente en muchos centros de enseñanza que se orientan por planteamientos tradicionales de la educación, si bien hay que reconocer que actualmente es un modelo educativo que está en retroceso. Históricamente, este modelo tuvo su momento de mayor esplendor en las décadas de 1940 y 1950 hasta la revolución intelectual de 1968.
Vale la pena resaltar, por tanto, que éste es el modelo educativo en el que fueron educados la mayor parte de los adultos del presente y que, ante el fracaso y las limitaciones de los demás modelos, es la tentación permanente de muchos educadores actuales: volver a la tradición, volver al viejo sistema educativo, reproduciendo los usos y las costumbres en los que ellos mismos fueron educados y que ya probaron su eficacia y su bondad en nosotros mismos, sobre todo si los rememoramos con ese piadoso recuerdo que nos lleva a olvidar los aspectos más negativos, conservando sólo la memoria de los momentos felices.



Paulo Freire y los pilares



Al final, como diría la canción, “tós vamos a por lo mismo”. Porque la educación (que no el adoctrinamiento o el libertinaje) no es más que un río en el que confluyen otros muchos, de diverso caudal y composición. Los meandros y valles formados por estos ríos muchas veces incluyen aguas subterráneas, que los unen incluso antes de llegar al cauce principal: este es el caso del pedagogo Paulo Freire y los cuatro pilares de la educación que hemos planteado.
Freire, fallecido hace ya 15 años, fue uno de los mayores pedagogos del SXX; muy probablemente la historia le recordará y estudiará por su enorme influencia en la nueva escuela. Con su principio del diálogo, revolucionó absolutamente las relaciones entre los docentes y los educandos; estableciendo las bases (siguiendo los pasos de Dewey) para la creación de la escuela democrática.
Su pedagogía del oprimido estrechó lazos con la Teología de la Liberación, y su vida de lucha, coherencia y sabiduría es digna de ser recordada. Recomendamos encarecidamente la lectura de cualquiera de sus libros a los lectores, destacando las pedagogías del indignado y del oprimido.
Es considerado, además, como el último gran pedagogo, ya que fue el último que analizó la educación como un todo, en el que la sociedad, la historia y la antropología influyen enormemente.
En sus planteamientos, habla de la violencia ejercida por los opresores, que siempre han sido los mismos: las clases dominantes. Esta situación siempre genera una deshumanización y una enorme alienación vital, convirtiéndose en seres duales. Los oprimidos son descriptos por Freire como seres duales que, de algún modo "idealizan" al opresor. Se trata pues, de una contradicción: en vez de la liberación, lo que prevalece es la identificación con el contrario: es la sombra testimonial del antiguo opresor. Ellos temen a la libertad porque ésta les exigirá ser autónomos y expulsar de sí mismos la sombra de los opresores. De esta forma, debería nacer un hombre nuevo que supere la contradicción: ni opresor ni oprimido: un hombre liberándose.
La violencia de los opresores convierte a los oprimidos en hombres a quienes se les prohibe ser, y la respuesta de éstos a la violencia es el anhelo de búsqueda del derecho a ser. Pero solamente los oprimidos podrán liberar a los opresores a través de su propia liberación. Los oprimidos deben luchar como hombres y no como objetos, este es el descubrimiento con el que deben superar las estructuras impuestas por la oposición.
El método de Freire es harto conocido: el diálogo liberador. Éste es un fenómeno humano, mediante el cual se revela la palabra como elemento que es más que un medio para comunicarse, ya que impone buscar en su esencia la acción y la reflexión. “No hay palabra verdadera que no conlleve la unión inquebrantable entre acción y reflexión” decía Paulo frecuentemente. El diálogo está representado, pues, por la palabra auténtica, aquella que lleva a la acción, y quien la ejecuta no se queda solo en la dialéctica, sino que lo muestra en sus obras.
De aquí radica la importancia de enseñar a hablar y a escribir empleando las palabras de una forma verdadera; es el proceso que puede llevar a la liberación de los oprimidos. Cuando éstos, esclavos de la sociedad, pueden hablar de su vida con palabras verdaderas, que llevan a acciones, se convierten en protagonistas de la misma, llevando con esto a la autonomía y a la propia libertad.
En definitiva, como dice Dussel, “la de Freire es una pedagogía planetaria que se propone el surgimiento de una conciencia ético-crítica. Su acción educadora tiende, entonces, no sólo a un mejoramiento cognitivo, aun de las víctimas sociales, o afectivas, sino a la producción de una conciencia ético-crítica que se origina en las mismas víctimas por ser los sujetos históricos privilegiados de su propia liberación. El acto pedagógico crítico se ejerce en el sujeto mismo y en su praxis de transformación: la liberación así es el ‘lugar’ y el ‘propósito’ de esta pedagogía.”
La relación de todo esto con los pilares de la educación nos parece bastante clara, aunque para ello hay que seguir una cadena de razonamientos que a nosotros nos lo ha esclarecido bastante. En cambio, para no poner las cosas tan fáciles al lector o lectora, vamos a proponer una serie de preguntas, esperando que él o ella saque sus propias conclusiones.

¿Cual es el objetivo de la educación freireana?
¿Cual es el objetivo de los pilares de la educación?
¿Qué tienen ambos en común?
¿Cómo se llevan a cabo ambos modelos pedagógicos?
¿Qué es la libertad para Freire, y qué es la libertad si nos atenemos a los pilares?

Para finalizar os proponemos este magnífico vídeo del hombre que, a nuestro parecer, debe tomarse como referente para la construcción de una escuela en libertad.


sábado, 15 de diciembre de 2012

Aplicación de los pilares I


Una vez habiendo explicado y desarrollado algunos de los “aprender a” que consideramos más importantes, es el momento de contrastar esta teoría con la realidad, tratando de actualizarla y comprobar en los diferentes elementos cotidianos su veracidad.
Somos conscientes de que uno de los mayores errores que tradicionalmente han tenido ciertas teorías educativas son consecuencia de imposibilidad e ingenuidad en la propia praxis educativa. Esto es un enorme problema al que como educadores y ciudadanos debemos enfrentarnos, ya que la consideración de determinadas teorías llevadas a la práctica podrían suponer verdaderos cambios en los modelos escolares más tradicionales.
De modo que hoy pretenderemos desarrollar precisamente esto: un pequeño análisis de una noticia de cierta actualidad desde el punto de vista de estos pilares de la educación: qué puede haber fallado y qué puede haber ocurrido. Desgraciadamente, contamos con un ejemplo de extrema gravedad y muy próximo en el tiempo, hace unas 18 horas veintisiete personas, veinte de las cuales eran niños, murieron a manos (o a armas) de un muchacho que posteriormente se quitó la vida. ¿Lugar de la tragedia? El muy conocido y mediatizado “país de la libertad”, los EEUU de América. Vamos a tratar de ponernos en la piel del muchacho que ha perpetrado esta masacre; hagamos una abstracción y preguntémonos qué ha aprendido y lo más importante: cómo. Lancemos las preguntas y que cada cual responda lo que considere más acorde a sus ideas.

Aprender a conocer: ¿qué se puede conocer en un país en el que la violencia ha estado tan íntimamente ligada a su historia? ¿en una sociedad en la que los videojuegos, la música, la televisión empujan a actuar de forma violenta para solucionar los problemas?

Aprender a hacer: ¿qué se aprende a hacer tras haber conocido lo anterior? ¿qué se aprende a hacer cuando con 14 años es legal disparar un arma? Siempre y cuando se esté acompañado de un adulto, y en un recinto habilitado (como si esto solucionara muchas cosas)

Aprender a vivir juntos: ¿cómo aprender a vivir juntos si las bases de la sociedad actual (neoliberal) están basadas en la competencia entre los seres humanos, en la selección del más fuerte? ¿Realmente tenemos la oportunidad de vivir juntos? ¿Vive y deja vivir? O ¿Vive y deja morir?

Aprender a ser: en una sociedad de masas, donde el individuo pierde su propia identidad para convertirse en uno más ¿qué aprendemos a ser? ¿en qué nos convertimos?

¿Cómo y qué construímos a partir de todo esto? ¿Dónde queda el espíritu crítico?

Estas son algunas de las miles de preguntas que podemos hacernos acerca de esto, pero la conclusión será muy similar a las otras: la educación no puede permanecer ajena a la sociedad, y en una sociedad neoliberal, con todas sus características, los cuatro pilares de la educación no tienen cabida. Paradójicamente, hemos visto con son tremendamente válidos para otro modelo de sociedad, y es precisamente a ese modelo al que debemos aspirar.

Para profundizar en este tema, recomendamos encarecidamente el libro de Ángel Pérez Gómez de “la cultura escolar en la sociedad neoliberal”, editado por Morata. En él hace un análisis realmente importante y acertado de la sociedad actual y de la posible incidencia de unas y otras teorías educativas en el sistema presente.

Para finalizar, y a modo de opinión, nos gustaría plasmar una reflexión acerca de la amoralidad social y mediática actual. Si este horrible hecho hubiera tenido en un país como Afganistan, Arabia Saudí o China, sin duda las noticias serían muy distintas: hablaríamos de represión social, del islam, de radicalismo ideológico y demás palabras vacías que la massmedia se ha encargado de meter en nuestras cabezas. En cambio, habiendo ocurrido este hecho en un país que defiende “la libertad a ultranza” hasta permitir a cualquier imbécil llevar su arma para “defenderse”, ya no se habla de ideologías extremas, de radicalismos o de represión social: hablamos de “bichos raros”, exculpando a una sociedad que permite y genera este tipo de monstruos.
Esta soble moral, este doble rasero, como mentes críticas que pretendemos ser como educadores debería alarmarnos profundamente, y hacernos reflexionar acerca de la poca importancia que tienen hoy en día los hechos per sé, y cómo éstos han sido engullidos por el juicio vacío y la demagogia.

martes, 11 de diciembre de 2012

Aprendemos más


Algunos “aprender a” que, sin ser pilares maestros como los anteriores, sí que tienen su importancia en cuanto a pequeñas columnas que ayudan a fortalecer aún más la estructura educativa. Hay tantos como opiniones queramos dar, como personas hay en el mundo, ya que como hemos sabemos cada cual de nosotros tiene diferentes experiencias en cuanto a lo que educar se refiere.
Estas son, pues, algunas de las pequeñas aportaciones que os presentamos. Pueden comentar abajo aquellas que más les hayan interesado, o añadir alguna que consideren importante.

Aprender a escuchar; aunque esto podría estar incluido en el apartado “aprender a convivir” (tiene mucha relación) nos parece que tiene una relevancia merecedora de un pequeño aparte. Aprender a escuchar es fundamental en el sentido de que, simplemente, no escuchamos. Oímos opiniones, oímos alegrías y oímos lamentos pero, ¿realmente los escuchamos? ¿comprendemos lo que nos quieren decir todas esas miradas, todos esos gritos de dolor, todos esos gestos y acciones, esas sonrisas, susurros en nuestros oídos? Más bien no. Tal es la vorágine de ideas y experiencias a la que nos enfrentamos día a día que resulta imposible prestar al atención que merecen aquellas que, finalmente, son las más importantes. Por eso, este aprender a escuchar se convierte en un aprender a ver, a tocar, a oler y a saborear; en definitiva un aprender a sentir.

Aprender a expresarse; no solo en el lenguaje hablado, sino el lenguaje oculto. La retórica y la capacidad expresiva han evolucionado de una manera enorme en los últimos años, gracias a las nuevas tecnologías que han revolucionado la manera en la que nos comunicamos. La educación no puede ignorar esta circunstancia, y en nuestra opinión debe incluir en su currículum actividades como oratoria y otras que mejoren las capacidades de improvisación y de expresión. En una sociedad mercantilizada como la actual, los estudiantes y futuros trabajadores y trabajadoras no seremos más que productos que una u otra empresa (o institución) querrán adquirir; negar lo contrario es negar una realidad evidente. Precisamente por ello es tan importante saber “vendernos”, saber diferenciarnos; en el mercado laboral y en la sociedad actual ya no vale con ser; desgraciadamente también hay que aparentarlo. Es una situación cruda, y en ocasiones injusta, pero que solo podremos cambiar desde arriba, jugando primero a ese juego para luego cambiar las reglas.

Aprender construyendo; y es que nada en este mundo está aislado, por lo que pretender mostrarlo como tal es un enorme error. Desde pequeños estamos encasillados en diversas asignaturas, que pertenecen a diferentes ámbitos, con distintos profesores, distintas metodologías, que incluso varían de un año para otro. Esto provoca por un lado confusión, y por otro lado una falacia cognitiva: el conocimiento no está aislado, realmente forma una extensísima red interconectada. Un claro ejemplo de esto es que, a priori, las matemáticas y la música no tienen ninguna relación, al menos en el modo en el que nos son presentadas en la escuela tradicional. En cambio, todos sabemos que la una no se comprendería sin la otra, y a viceversa; no hay más que leer los tratados pitagoristas acerca del tema. Lo mismo ocurre con otras ramas del conocimiento; y mientras más conocemos de las diversas materias más nos damos cuenta de su relación: ¿por qué no enseñar geología y geografía a la vez, o cuando menos, con cierta relación entre sí? Volvemos a la idea inicial; el conocimiento podemos plantearlo como un edificio construido con diversas partes, que se asientan sobre otras: imponer una separación etérea no tiene demasiado sentido.

Aprender a ser críticos; el sistema capitalista, sobre todo con la corriente neoliberal que nos domina desde hace unos treinta años ha amparado su concepto de la educación en el adoctrinamiento y el acriticismo. La trasmisión de la ideología del “todo vale”, del completo eclecticismo moral y de la desidia vital se enfrentan con los valores que la escuela tradicional ha defendido históricamente: la creación de librepensadores, de ciudadanos creadores de su propia opinión, capaces de leer, consultar, opinar y analizar la realidad de forma libre. Precisamente por esto, y como rebelión ante la cultura actual, la escuela debe erigirse como institución baluarte del pensamiento crítico, del inconformismo moral y de la libertad.

Aprender de la naturaleza; quizás sea el momento de ponernos chamanísticos, pero es bien cierto. Hemos olvidado todos aquellos conocimientos y rituales de nuestros antepasados y ancestros y curiosamente no hemos ido a mejor. Esto bien lo saben los aborígenes de ciertas tribus africanas, asiáticas y americanas que, en rebeldía, aun conservan parte de sus costumbres culturales. ¿Acaso escuchamos a los árboles? ¿acaso podemos interpretar el canto de las aves, la intensidad del arroyo, el color de las nubes? Intentar ignorar la fuerza, la energía de la naturaleza y nuestra conexión a ella es, simplemente, tratar de ignorar aquello que nos hace animales, humanos. Quizás sea el momento de reaprender algunas cosas, como diría Don Gregorio, de aprender el significado y la utilidad de la Lengua de las Mariposas.



Añadimos, para finalizar, un par de fragmentos de esta película que acabamos de citar; recomendándola a aquellos compañeros que aun no la hayan visto.




miércoles, 28 de noviembre de 2012

Para empezar...


Antes de entrar en materia, damos por hecho que la mayoría de nuestr@s compañer@s no conocerán los cuatro pilares de la educación. Por ello procedemos a facilitar, en esta primera entrada, un enlace en el que explica qué son, de dónde salen, quién los hizo y por qué.
Una vez leído (o en caso de conocer ya su significado) os invitamos a leer esta primera reflexión. 
Muchas gracias por la atención, siéntanse como en casa.

Explicación y reflexión de los “aprender a...”

De los cuatro “aprender a” consideramos como “pilar maestro” el “aprender a ser”. Esta reflexión surge quizás por influencia cartesiana, simplemente por convencimiento racional. La cuestión es que creemos que antes de llevarse a cabo cualquier proceso de aprendizaje, conocimiento, acción, desarrollo o interacción debe hacerse una reflexión hermenéutica (del nivel que fuere) que lleve a la comprensión y aceptación del propio “yo”. Esto quiere decir que debemos darnos cuenta no solo de que somos y existimos, sino que somos en acto y en potencia. En acto porque tenemos herramientas que nos permiten investigar, experimentar, conversar, divertirnos y expresar sentimientos, y en potencia porque nuestro acto presente está incompleto, necesita crecer y expandirse.

Y en esta expansión es cuando surge la necesidad de aprender a convivir. Cuando nuestro “yo” sale de sí mismo choca con otros seres que nos rodean y entonces comprendemos que no estamos solos, que nuestro “yo” es único, pero que hay otros “yo” también irrepetibles con los que compartimos algo más que un espacio común. Es por esto que para cualquier cosa que hagamos debemos tener esto presente; nuestras actividades alterarán, modificarán e influirán en aquello que nos rodea. De este modo el aprender a convivir nos evitará una vida en constante conflicto y malestar; aparte de una proporción de recursos con los que antes no contábamos, que nos permitirán llevar a cabo tareas, experiencias y vivencias que en soledad no habríamos podido tener.

Una vez que nos hemos hecho conscientes de nuestra propia existencia, de la de los otros, y hemos aprendido a convivir y a realizar proyectos en común, es el momento de reflexionar acerca del qué y del cómo hacer.

Debemos conocer aquello que queremos hacer y aquello de lo que partimos para poder realizarlo. Para ello debemos manejar una serie de herramientas externas a nosotros; como puede ser la consulta de información. En una sociedad mediatizada y manipulada como la actual cobra vital importancia la capacidad de separar el grano de la paja; lo importante de lo superfluo, lo veraz de lo falaz. La información nos rodea, nuestros sentidos sufren un ataque constante sin precedentes en la historia de la humanidad; esto nos provoca confusión, miedo y, finalmente, sumisión. Es por este motivo por el que la comprensión y el análisis de la información debe ser primordial en todo aprendizaje; es el único modo de combatir de un modo eficaz la desidia y la indiferencia.

Una vez que sabemos de dónde partimos y hacia dónde vamos, que hemos seleccionado las fuentes de información, es el momento de aprender a hacer las cosas. En este proceso tenemos que aprender a ser flexibles, a modificar y potenciar nuestra capacidad de aprendizaje y de apertura a nuevas ideas; a trabajar en equipo. Es básico, para ello, superar la barrera de la mera calificación profesional; en la sociedad actual eso ya no tiene tanto valor como hace tan solo unas décadas. Cobra mucha más importancia las competencias personales, la capacidad de organización, el carisma y el liderazgo, la imaginación y la capacidad de innovación.


Complementos:

Para ampliar nuestros conocimientos acerca de los pilares de la educación y su importancia en la educación del futuro, proponemos el siguiente enlace y los que aparecen recomendados.